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¿Quién soy si no estoy produciendo?

Actualizado: hace 14 horas


Incomprendida


Empecemos por ver el vaso medio lleno: Hay salud, trabajo… y muchas dudas importadas en la maleta.


Cuando me mudé de país, durante muchos días mi cabeza fue un mueble desarmado con las instrucciones en otro idioma. Tenía muchas cosas por hacer, ideas desordenadas, y un existencialismo sutil que me alejaba del presente y de seguir cultivando momentos.


Llegué con la maleta llena de ropa, papeles importantes y traía bien empacado el manual mental de cómo ser una adulta funcional: Levantarse a las 5am, hacer ejercicio, desayunar, y a las 8:00 am estar sentada frente al computador produciendo. ¿Qué? Lo que fuera, pero que se viera útil. Eficiente. Profesional. Productividad, ante todo -Gracias capitalismo. Gracias oficina-.


Pero resulta que en el otro continente las estaciones existen, y mis rutinas se desordenaron. El sol sale a otra hora, se esconde a otra hora.

Mi cabeza, que venía programada con un sol lineal de un país sin estaciones, empezó a hacerse preguntas absurdas como:



¿Cómo voy a ser productiva si el sol todavía no ha salido a las 7am? ¿Debo ser igual de productiva en un día que dura 16 horas con luz?

Y mientras afuera las dinámicas cambiaban, adentro se armaba el caos. Porque mi estructura

interna — la que creí firme y saludable— empezó a temblar con cada intento de seguir siendo la misma, pero en un lugar completamente distinto. Como si yo no pudiera ser otra versión de mí. Como si no trabajar de 8 a 5 me volviera… menos válida.


Lo que más costaba no era el cambio de horario: Era soltar la idea de que mi valor dependía de cuántas tareas podía tachar antes del almuerzo.


Durante años me definí sólo como “psicóloga”. Profesional, con propósito, con herramientas. Una identidad clara y aceptada socialmente. Algo que mostrar cuando alguien preguntaba “¿y tú qué haces?”. Pero cuando me vi fuera del contexto laboral que conocía, y de las rutinas que eran predecibles, en una nueva ciudad y sin horarios claros... empecé a preguntarme:

¿Y si no estoy haciendo “nada útil”, entonces qué? ¿Quién soy cuando no estoy produciendo?

En donde vivo ahora, comparto cocina con otras personas, lo que quiere decir que no tengo libertad de cocinar cuando quiero, sino cuando la cocina está libre. -Eso, para una mente obsesionada con el control, es una clase intensiva de flexibilidad-.


Sin darme cuenta, entré en conflicto con mi propia rigidez cognitiva. Resoné con la idea de vivir desde el cuadrado. Desde la estructura. Pero cada vez que me "acercaba" a la idea de "perfección", más me estaba alejando de improvisar, descubrir, conocer y observar; y cuando las cosas no pasaban como el guión de mi cabeza, literalmente: rasquiña en la piel y zumbidos en los oídos. 


La perfección y estructura que mi cabeza buscaba, me estaba haciendo daño.



Mente


Todo esto me hizo darme cuenta que a veces, nos empeñamos en seguir un guión que nos han dado o que nos hemos dado a nosotros mismos, pero cuando nos permitimos cambiar el plan y dejamos espacio para la imperfección, nos damos la oportunidad de ser más humanos. Y eso, aunque suene contradictorio, es lo que nos da flexibilidad para crecer. No es fácil cambiar. Incluso cuando el cambio es voluntario.


¿Por qué cuesta adaptarse, si en teoría estás haciendo “lo correcto”? ¿Por qué tanto ruido interno solo por no seguir un horario fijo?


Esto, desde la psicología, esto tiene nombre: se llama flexibilidad cognitiva. Es la capacidad de adaptar nuestro pensamiento y conducta ante cambios o contextos nuevos, sin sentir que se desmorona quiénes somos.


Esta habilidad forma parte de las funciones ejecutivas del cerebro, reguladas principalmente por el córtex prefrontal: Es la que nos permite resolver problemas, soltar estrategias que antes funcionaban pero hoy ya no, e identificar que los pensamientos no son verdades absolutas.


En efecto, esto no lo tenía tan presente. Y la importancia de aplicar la teoría a la vida, es que hacerlo, nos permite ajustar lo que pensamos de nosotras mismas cuando el mundo cambia y nuestras rutinas ya no encajan o cuando las circunstancias nos invitan a ser algo distinto a lo que siempre hemos sido. Peeeeeero, una mente entrenada para creer que el valor personal viene de “lo que produce”, se resiste.


Las estaciones me están enseñando que nada es estable, que las hojas se adaptan al clima, se caen y cambian, que el sol cambia. Que la vida es cíclica e imperfecta. Y que la vida tiene muchas maneras, sin ser sólo una la correcta:


No soy solo una profesión.

No soy solo la que escucha, la que contiene.


Soy quien corre porque su cuerpo lo pide.

La que hace mercado en bici.

La que pinta, a veces.

La que llora cuando se frustra.

La que siente que tanto silencio aburre y pone champeta para bailar y cocinar.

Y la que se distrae y sigue siendo turista con todo cuando sale a caminar.


Cuando nos obsesionamos con encajar en un cuadrado perfecto... Empezamos a desaparecer un poco. Me alejo de lo genuino, de lo espontáneo, de la vida que quiero, y me olvido de que "solo soy una chica".


Entonces, si tú también estás intentando soltarte del molde, aquí van algunas estrategias para entrenar la flexibilidad cognitiva y no colapsar cuando el plan cambia:


  1. Cambia el “tengo que” por “podría intentar”

  2. Observa tus pensamientos, no los sigas como si fueran órdenes

  3. Haz pausas conscientes ante el malestar

  4. Practica el “Plan B sin culpa” El plan cambió: no es fracaso, es adaptación

  5. Expón tu mente a experiencias nuevas aunque sean pequeñas


    Al final, no se necesita tener todo bajo control para ser válida. Aunque a veces me tiente volver al guión de la productividad perfecta, ya sé que ahí me pierdo. Así que prefiero seguir ensayando esta versión más humana, sin tantas reglas…y más libre. Una que ya no se mide por la lista de tareas del día, sino por cómo se está habitando a sí misma.



Si este texto te resuena, tal vez es momento de hablarlo, soltar la rigidez y adaptarte los cambios, es una forma de cuidar tu salud mental. En mis redes comparto reflexiones para tu IncomprendidaMente. Y si sientes que necesitas apoyo, la terapia puede ser un buen lugar para empezar.


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