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Cuando la rabia se convierte en defensa

Incomprendida

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La rabia es esa emoción que aparece cuando sentimos que cruzaron un límite, cuando nos

tratan injustamente o cuando algo nos duele y no sabemos cómo expresarlo. Y muchas veces no nos enseñaron a reconocerla: nos dijeron que era “mala”, “que hay que controlarse”. Así que aprendimos a guardarla, justificarla o disfrazarla.


El problema es que lo que se reprime no desaparece: se acumula. Y con el tiempo, la rabia que no se escucha termina saliendo como irritabilidad, cansancio, ansiedad o tristeza.

Cuando no sabemos manejar una emoción, el cuerpo busca formas de protegernos, y a veces negamos lo que sentimos (“no estoy molesta, todo bien”), lo racionalizamos (“no vale la pena discutir”), o lo soltamos donde no corresponde. Son formas automáticas de defensa, intentos de no entrar en contacto con lo incómodo.


Pero a largo plazo, esas defensas se vuelven un obstáculo: nos desconectan de nuestras necesidades reales. La rabia que niegas no se va; se transforma. Y lo que era energía para poner un límite, se convierte en culpa, ansiedad o bloqueo emocional.

Mente


Entonces tal vez toca encontrar otras maneras de relacionarnos con ella y escucharla con más atención.

La próxima vez que aparezca, en lugar de juzgarte, podrías preguntarte:— ¿Qué parte de mí está intentando protegerse?— ¿Qué necesidad no está siendo atendida?— ¿Qué me está mostrando esta incomodidad que no quiero ver?

A veces la rabia no viene a destruir, sino a defender tu dignidad, a recordarte que mereces respeto, que no tienes que aceptar todo. Por eso vale la pena preguntarte también:— ¿Qué valor hay detrás de esto? Quizás el respeto, la libertad, el deseo de equilibrio, la necesidad de ser escuchada. Y si logras actuar desde ese valor —no desde el impulso—, la rabia deja de ser un enemigo y se vuelve una brújula.

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Aunque el otro día tuve una discusión y lo que pense que era rabia, resultó ser mi ego gritando. Tuve que sacar literalmente hoja y colores, hacer circulos desordenados y colorear, para que la emoción me bajara. Y después, me di cuenta que mi rabia también se disfraza de verdad cuando en el fondo solo está intentando tapar mi ego.

Por eso, también estaría lindo cuestionarte. Cuando la sientas, pregúntate:— ¿Qué me duele de esto realmente?— ¿Qué parte de mí se siente amenazada o no escuchada?— ¿Estoy defendiendo un valor… o mi ego?— ¿Estoy queriendo tener razón o querer sanar?

No se trata de invalidarla, sino de mirarla de frente sin dejar que decida por ti. Porque la rabia, por sí sola, no ve el panorama completo: solo la parte que duele. Y si no la acompañas con conciencia, puede hacerte decir cosas que no piensas, o actuar desde la herida en lugar del valor.


Si este texto te resonó, tal vez es momento de hablarlo. En mis redes comparto reflexiones para tu IncomprendidaMente. Y si sientes que necesitas apoyo, la terapia puede ser un buen lugar para empezar.


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LINA RODRIGUEZ

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