Deporte y Salud Mental
- Incomprendida Mente
- 7 jul
- 3 Min. de lectura
Incomprendida
Hacer deporte puede ser increíble. Hay días en que se siente como terapia.
Te ayuda a pensar, a sentirte con energía, a descargar.
Y otros, en los que parece castigo.
No disfrutas si no llegas fallo o a x cantidad de calorías quemadas.
Hay más necesidad de comprobar que vales por verte de cierta manera.
Mayor necesidad de controlar algo. Te duele el cuerpo, pero igual te obligas a cumplirte.
Estás con el cuerpo agotado, pero intencionalmente haces cardio.

Te cuento rápido una historia: Durante la preparación para Baywatch (2017), Zac Efron entrenaba entre 4 y 6 horas diarias, combinando rutinas de fuerza, cardio extremo y dietas sumamente restrictivas. El objetivo era verse “impecable” frente a cámara, con abdominales marcados y cero grasa. En entrevistas posteriores, Efron confesó que mantuvo durante años un patrón de ejercicio compulsivo. Se sentía ansioso si no entrenaba, le costaba disfrutar la vida social (por miedo a romper la dieta o faltar al gimnasio) y su salud hormonal se vio afectada. Incluso tuvo que tomar diuréticos para mantener la apariencia física requerida en escena.
No siempre se entrena por salud. A veces por miedo.
Por no engordar. Por no perder el control. Por cumplir una imagen. Por sentir que al menos eso sí lo tienes "resuelto". O porque si no lo haces, pierdes tu valía ante tu familia o amigos.
Y claro, desde afuera parece disciplina.
Pero adentro hay una mezcla peligrosa entre disciplina y miedo al descontrol.
Zac en una de sus entrevistas, decía "ese cuerpo no es sostenible. No dormía bien, me sentía agotado todo el tiempo. Detrás de ese cuerpo en forma, había algo que no se veía: agotamiento físico y mental, dismorfia corporal y una relación distorsionada con la comida y el ejercicio".
A veces no es amor al deporte. Es ansiedad bien maquillada, culpa convertida en hábito y autoestima sostenida por calorías quemadas.
“Es que el deporte me hace bien” —te repites.
Y sí, es cierto.
Pero a veces, lo que se disfraza de salud es solo una forma socialmente aceptada de autoexigencia crónica.
Porque no es lo mismo moverse por disfrute… que entrenar para perdonarte por existir en un cuerpo que cambia. No es lo mismo tener una rutina… que tener culpa si la rompes.
No es lo mismo salud que obsesión.
Mente
Moverte no tiene por qué doler para contar.
Tener hábitos saludables no debería venir con ansiedad, miedo o vergüenza de parar.
Desde la psicología, hay conductas funcionales según el contexto y el malestar que generan. Entonces no es el deporte lo que está mal, sino la forma en que te relacionás con él.
El ejercicio puede ser un espacio de regulación, disfrute, conexión corporal… O puede volverse una forma sutil de autocastigo. En la historia que te cuento, luego de mucha terapia Zac se dió cuenta que "ese cuerpo no era sostenible. No dormía bien, me sentía agotado todo el tiempo". Entonces si no estás protagonizando una película, pero sientes que la relación con el deporte te está llevando a la obsesión, acá te dejo:
¿Cuándo es momento de ponerle lupa a tu relación con el deporte? Aquí van algunas señales:
Sientes ansiedad o irritabilidad si no puedes entrenar.
No disfrutas el proceso, solo estás pendiente del resultado físico.
Comes pensando más en cuánto vas a tener que entrenar después.
Tu estado de ánimo depende de si entrenaste o no.
Descansar te da culpa.
Comparas tu cuerpo constantemente, incluso contigo mismo en otras etapas.
Lo que empezó como autocuidado ahora parece una obligación.
Hay una frase que puede ayudarte a recordar esto:
"Bienestar físico no es cuánto haces, sino cómo te sientes mientras lo haces."
Si el deporte te da energía, te conecta, te libera: maravilloso. Pero si te agota emocionalmente, te exige más, o por lo general quedas insatisfecho si tu rutina no es perfecta… quizá ya no estás entrenando por salud, sino por necesidad de validación.
Si quieres profundizar mucho más sobre el deporte y la salud mental, y la delgada línea entre bienestar y obsesión, en este episodio puedes encontrarlas:
Si este texto te resonó, tal vez es momento de hablarlo. En mis redes comparto reflexiones para tu IncomprendidaMente. Y si sientes que necesitas apoyo, la terapia puede ser un buen lugar para empezar.
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